lunes, 27 de febrero de 2017

Tarjetas de visita

¡Por fin tengo mis tarjetas de visita! Era uno de mis objetivos para este año 2017. Hacía meses y meses que tenía la intención de hacerme unas chulas, pero nunca pasaba de eso, una idea más. Pues ahora sí, todo es ponerse unos objetivos y planificar.
Quería un diseño personal, con un toque artesanal, de lo hecho a mano, pero a la vez sencillo y limpio, así que me decanté por un sello carvado (muy divertido por cierto, habrá que probar más) para estampar en cada tarjeta y detalles pintados a mano sobre un papel con algo de textura. El diseño de la casita con el cactus en la chimenea ya forma parte de mi marca personal y me siento muy identificada con el.
Así han quedado:


viernes, 24 de febrero de 2017

Vanitas vanitatum...versión 2017

Como mi propósito era rehacer cada uno de los dibujos de mi proyecto "Latín Ilustrado" (nombre provisional por cierto) aquí está la nueva versión, que no tiene mucho que ver con la antigüa. Bueno, es sólo una parte de ella, un detalle a modo de aperitivo...


viernes, 17 de febrero de 2017

Ilustrando un relato de Julio Cortazar: "Maravillosas ocupaciones"

Una serie de tres ilustraciones para el relato "Maravillosas ocupaciones" incluida en "Historias de Cronopios y de Famas", uno de los libros legendarios de Julio Cortázar, publicado en 1962.
Uno de esos libros sobre los que siempre vuelves y nunca te cansa. Humor surrealista y entrañable.




   Qué maravillosa ocupación cortarle la pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina. 

   Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.

   Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas. 

   Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciando en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.